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La historia de los esteroides anabolizantes es mucho más compleja y extensa de lo que muchos imaginan.
Aunque la versión moderna de estos compuestos comenzó a desarrollarse en el siglo XX, para entender realmente su impacto debemos retroceder mucho más, incluso hasta la antigua Grecia, donde ya existía una búsqueda por mejorar el rendimiento físico y superar los límites del cuerpo humano.
El origen antiguo
Aunque los esteroides anabolizantes como los conocemos no existían en la antigüedad, la idea de potenciar el rendimiento físico no es nueva.
En los primeros Juegos Olímpicos, los atletas ingerían testículos de animales antes de competir. Aunque no entendían la ciencia detrás de este hábito, iban por el camino correcto, ya que los testículos contienen testosterona, la hormona base de todos los esteroides anabolizantes.
Es fascinante pensar cómo estos primeros deportistas buscaban cualquier ventaja posible, incluso si eso implicaba métodos poco convencionales y desagradables como comer órganos crudos.
Esto demuestra que el “dopaje deportivo” no es un fenómeno moderno, sino que lleva existiendo miles de años.
El inicio de la nueva era
En 1849, el científico alemán Arnold Adolph Berthold, conocido como el padre de la endocrinología moderna, realizó un experimento que marcó un antes y un después.
Berthold extirpó los testículos de gallos y observó que perdían características masculinas propias de su especie.
Este experimento fue crucial para entender el papel de los testículos en la producción de hormonas como la testosterona, sentando las bases para los avances posteriores en la comprensión de las hormonas sexuales masculinas y su influencia en el cuerpo.
Berthold llevó su experimento más allá al trasplantar los testículos extirpados de los gallos a sus cavidades abdominales.
Descubrió que las funciones sexuales de las aves no se veían afectadas significativamente, pero observó una gran red de capilares conectados en el área del trasplante. Esto le llevó a concluir que los testículos actúan en estrecha correlación con la sangre.
Aunque estos experimentos no ofrecían respuestas directas sobre los esteroides anabolizantes como los conocemos hoy, sentaron las bases para una comprensión más amplia que no se puede ignorar.
Un verdadero comienzo
Para entender el desarrollo de los esteroides modernos, debemos retroceder a 1931, cuando Adolf Butenandt, un químico alemán, localizó y purificó por primera vez la hormona androstenona.
Este logro revolucionario fue el punto de partida, ya que extrajo la hormona de varios litros de orina. Poco después, Leopold Ruzicka, otro químico alemán, sintetizó la hormona y la hizo segura para el consumo humano. En 1935, Butenandt y Ruzicka produjeron el primer lote de testosterona sintética, marcando el inicio de la era moderna de los esteroides anabolizantes.
Su descubrimiento fue tan significativo que ambos recibieron el Premio Nobel de Química en 1939.
El impacto de estos avances no se quedó en la teoría. A finales de los años 30, se realizaron las primeras inyecciones de testosterona-propionato en humanos.
Durante la década de 1940, en la Unión Soviética, los esteroides anabolizantes se integraron rápidamente en el entrenamiento deportivo, haciendo que los atletas soviéticos dominaran el escenario mundial.
Sin embargo, este dominio fue desafiado cuando el Dr. John Ziegler, médico del equipo olímpico de EE.UU., desarrolló la metandrostenolona, conocida como Dianabol o Dbol.
En 1958, Ciba Pharmaceuticals lanzó Dianabol al mercado tras su aprobación por la FDA, abriendo la puerta a una era de innovación en la síntesis de esteroides.
Comienza la mejora del rendimiento
Con el desarrollo del Dianabol y el conocimiento del uso de testosterona por parte de los soviéticos, los atletas estadounidenses comenzaron a integrar estas sustancias en sus rutinas.
Esta combinación de testosterona y Dianabol ayudó a los estadounidenses a competir al mismo nivel que sus rivales soviéticos, marcando el inicio de la era de la mejora del rendimiento deportivo mediante sustancias.
Aunque algunos médicos estadounidenses realizaron estudios que intentaban minimizar los beneficios de los esteroides, los resultados en la práctica hablaban por sí solos. A lo largo de la década de 1960, el desarrollo de nuevos esteroides anabolizantes se disparó.

En Alemania, el progreso en investigación y desarrollo de esteroides estaba en su punto más alto, convirtiendo al país en una potencia deportiva mundial y estableciendo una base de conocimiento que sigue siendo relevante hoy en día.
Desde los años 60 hasta los 80, la expansión de los esteroides fue imparable. Nuevas fórmulas y mejoras aparecían constantemente, con avances en la esterificación de la testosterona y el desarrollo de compuestos más específicos para diferentes necesidades.
Para los entusiastas de los esteroides anabolizantes, no faltaban opciones, y este periodo marcó el apogeo de su accesibilidad y popularidad.
Esteroides en los Juegos Olímpicos
En 1967, el uso de esteroides anabolizantes era común entre los atletas olímpicos, especialmente entre los levantadores de pesas.
Aunque algunos médicos estadounidenses afirmaban que no había relación entre los esteroides y el rendimiento atlético, el Comité Olímpico Internacional (COI) decidió prohibir su uso.
Poco después, otros organismos deportivos importantes siguieron el ejemplo. En 1972, el COI implementó un programa de pruebas antidopaje a gran escala, marcando el inicio de una lucha más organizada contra los esteroides.
El método principal del COI era la “prueba de testosterona/epitestosterona”. Si los niveles de testosterona de un atleta superaban seis veces los de epitestosterona, se asumía que había usado testosterona exógena.
Aunque parecía un sistema infalible, pronto quedó claro que no lo era. Gracias a avances científicos liderados por Alemania, se desarrollaron formas de administrar testosterona que desaparecían del organismo en tres días, permitiendo a los atletas superar las pruebas.
Además, la empresa Jenapharm creó epitestosterona sintética para equilibrar los niveles hormonales y garantizar que los resultados estuvieran dentro de los límites permitidos.
Durante años, Alemania evitó ser descubierta. No fue hasta la década de 1990 cuando se destapó el escándalo, lo que contribuyó a cambiar la percepción pública sobre el uso de esteroides.
Sin embargo, uno de los casos más emblemáticos ocurrió en los Juegos Olímpicos de 1988, cuando el velocista canadiense Ben Johnson fue despojado de su medalla de oro tras descubrirse que había utilizado esteroides.
Este caso es considerado por muchos como el inicio de un cambio definitivo en la lucha contra los anabolizantes.
La guerra contra los esteroides
Durante muchos años, los esteroides anabolizantes fueron de fácil acceso en Estados Unidos. Aunque la FDA los clasificó como medicamentos de prescripción, seguían estando disponibles sin grandes restricciones.
En 1988, esto comenzó a cambiar con la Ley contra el Abuso de Drogas, que impuso sanciones más severas por su venta y posesión.
En 1990, el Congreso aprobó la Ley de Control de Esteroides, clasificándolos como sustancias de la “Lista III”, junto a drogas como las anfetaminas y la morfina. Esto convirtió su posesión o distribución ilegal en un delito grave.
Curiosamente, cuatro organismos federales clave (FDA, AMA, DEA y NIDA) se opusieron a esta prohibición, argumentando que no había razones médicas o legales para tratar a los esteroides como narcóticos.
A pesar de sus objeciones, el gobierno ignoró sus recomendaciones, aprobando la legislación.
Irónicamente, durante los años 90, los esteroides comenzaron a usarse ampliamente en medicina para tratar problemas como la pérdida de masa muscular en pacientes con SIDA y cáncer, lo que plantea una contradicción: si los esteroides son peligrosos para personas sanas, ¿por qué son beneficiosos para quienes están gravemente enfermos?
La edad moderna
A pesar de las leyes más estrictas, el uso de esteroides no ha disminuido, ni en Estados Unidos ni en el resto del mundo. De hecho, los datos muestran un aumento constante.
Por ejemplo, en el año 2000, el 2,5 % de los estudiantes de último curso de secundaria en EE. UU. admitió haber usado esteroides alguna vez, cifra que aumentó al 3,4 % en 2004.
Además, el uso médico de esteroides sigue creciendo, ya sea para tratar la andropausia, acelerar la recuperación de quemaduras, combatir el cáncer de mama o prevenir la osteoporosis.
En el ámbito deportivo, mientras exista la búsqueda de excelencia y la recompensa al rendimiento, los esteroides anabolizantes seguirán presentes.
La historia de los esteroides no es algo estático o encerrado en el pasado; es un relato en constante evolución que se escribe cada día, tanto en el deporte como en la medicina.